En el patio de casa

Al atardecer de las amapolas - Rafael Luna García

Las amapolas son flores silvestres cuyos pétalos son muy delicados, como la delicadeza que Rafael Luna García pone en cada verso, en cada rima, en cada poema que nace del centro de su ser, de su corazón, y conforman Al atardecer de las amapolas. Rafael añade a cada verso, a cada rima, a cada poema, pasión y calma, esperanza e ilusión, por eso, sus poemas no se marchitan como las frágiles amapolas, sino que se graban por siempre en el alma del lector.

Como las amapolas, la poesía de Rafael Luna tiene un efecto sedante, sus poemas calman, apaciguan, sosiegan. Como las semillas de las amapolas que sirven de condimento, los poemas de Rafael sazonan las dudas existenciales del ser humano. Como cuenta la leyenda mágica sobre las amapolas, el lector caerá rendido ante los poemas de Rafael una vez que los lea, y no dejará de volver a ellos una y otra vez, no solo para admirar la belleza de sus palabras, su cadencia y su ritmo, sino para encontrar en ellas el sentido al amor, a la soledad, a la esperanza, al dolor, el sentido a Dios.

Rafael Luna es un maestro de la expresión y utiliza los recursos literarios con una maestría digna de su calidad de poeta. En muchos de sus poemas podemos ver influencias de Gustavo Adolfo Bécquer, sintiendo en propia piel la expresión del amor apasionado del poeta romántico, y en otros, la sencillez de la vida reflejada por poetas como Federico García Lorca, a quien le dedica su poema “Nana de las estrellas”. Con tintes bucólicos cubre otro tanto de sus poemas, en comunión con la naturaleza, halla la paz, el amor, la verdad. Rafael Luna refleja el cielo y las estrellas, el sol y la luna, verdes parajes y animales varios.

La forma externa de sus poemas nos trae a la memoria los caligramas, Rafael Luna juega con la disposición de los versos y rompe con la métrica tradicional para darles nuevas formas, colmadas de finura y elegancia, que dan vida a sugerentes siluetas acordes a los sentimientos del poeta y que llevan al lector de la mano por la senda de sus palabras que conduce a la búsqueda de la verdad. El contraste entre la distinta longitud de los versos nos recuerda los vaivenes cotidianos de la vida. El contorno de sus poemas es moldeable, se va definiendo conforme transcurre la vida, a manos del alfarero.

Es característico de este poeta el uso de los puntos suspensivos para transmitir la incertidumbre que supone la vida, las cavilaciones y los miedos que se entrelazan en su discurrir. Y aún más, el escritor rompe con el uso tradicional de este signo ortográfico para crear una imagen propia de sus poemas, para expresar los sentimientos en su mayor nivel de abstracción, en el máximo nivel de amor, dejando fluir todo lo que queda oculto tras el alma. Rafael Luna rompe las normas para crear estética.

Paralelismos, aliteraciones, metáforas, personificaciones, encadenamientos (sublimes) y encabalgamientos son, entre otros muchos, algunos de los recursos literarios que maneja con sabiduría y arte en sus poemas, donde se halla un símbolo principal, la Luna, que se convierte en su compañera, su confesora, su amiga, su consuelo, su búsqueda, su reflejo. La presencia de las amapolas también salpica de color rojo su poemario. Las repeticiones crean una cadencia melodiosa que transforman sus palabras en música para los oídos. Y en consonancia con la luna y en contraste con el color encarnado de las amapolas, Rafael Luna juega con el blanco a lo largo de todo su poemario, símbolo de pureza y de inocencia, de sinceridad.

Los temas son recurrentes: la expresión de los sentimientos, la búsqueda de Dios a través de la Fe, la superación de la soledad, de la angustia y del miedo. Búsqueda de cobijo, hallarse consolado. La vida es un peregrinar en búsqueda de verdad, belleza y amor para ser guiado hacia la luz y hacia Dios. La comprensión del pasado para entender el presente y caminar hacia el futuro, frágiles y efímeros como las amapolas. Sentirse amado. Creación de vida. La ausencia del amor, lágrimas y desengaños. Descripciones preciosas del ser amado. El silencio como un momento de catarsis y de encuentro con Dios.

La poesía de Rafael Luna García es una poesía con valores, como se puede ver claramente en su poema “Recuerdos”, donde afirma con claridad y exquisitez absoluta que la belleza se halla siempre en el interior del ser humano. Sus valores principales quedan claros: la esperanza, el amor, la vida, la fe y Dios, para poder equilibrar y vencer la ira, la injusticia, la soledad y el desengaño. Rafael Luna es un poeta cálido que con sus palabras deja sin ellas a quienes lo leen o escuchan, para llenarlos de sensaciones que recorren la piel y de sentimientos que inundan el alma.

“La rosa que quería volar”, poema que cierra este magnífico libro, es de una belleza inigualable, con lágrimas y sonrisas te conmueve, te acongoja, te llena de vida, te eleva y te libera para volar. Lleno de un intenso lirismo, con notas de suspense y ansiedad, te deja, una vez más, sin palabras.

Finalmente, como dice el propio poeta, confío en “que el hálito de este libro resuene, abrigando la fragilidad de las amapolas en los atardeceres…”

Mª Carmen de Bernardo Martínez